martes, 25 de octubre de 2011

FIN DE CURSO

Hice mis estudios primarios -la antigua E.G.B.- en un colegio concertado católico. Por entonces era una buena escuela -hoy degenerada, convertida en colegio elitista- donde podías entablar amistad con todo tipo de compañeros, ya que allí estudiaban desde los que vivían en el barrio donde está ubicada, que era bastante humilde, hasta niños adinerados incluso de otras poblaciones de la comarca. Una de las cosas que aprendí fue a valorar a los amigos por cómo eran y no por lo que tenían.

Corría la primavera del 84. Como todos los finales de Mayo, celebrábamos el fin de curso en honor a María Auxiladora. A los pequeños nos solían disfrazar y nos ponían a bailar siguiendo una simple coreografía y los mayores ejecutaban ejercicios gimnásticos, todos igualmente uniformados - pantalón azul, camiseta blanca-. El momento estelar era cuando los del último curso atravesaban de un salto, un aro de fuego.

La innovación de aquel año con respecto a otros anteriores, consistió en que después de todas las representaciones, lanzaron decenas de globos alargados con algún mensaje de Don Bosco. Como era de esperar, todos nos avalanzamos a capturarlos como si nos fuese la vida en ello. Al final del combate, sólo me pude hacer con un globo pinchado, al que logré salvar la mitad haciendo un nudo en el centro. -nada mal teniendo en cuenta mi edad y rango en el momento-. Y así, tan campante y orgulloso del trofeo me dirigía hacia el aparcamiento donde esperaban el resto de familia, cuando oí una voz -"oye, perdona!"- me giré y vi a unos padres con un niño aproximádamente de mi edad en silla de ruedas -"¿me podrías regalar el globo?"- preguntó el hombre muy educádamente mientras se acercaba. En esos momentos vacilé. Mi ser infantil, egoísta, decía que no, que era mío, que bien que lo había ganado. -"...es que...está roto"- le dije como excusa.-"no importa, seguro que hará bien su papel"- insistió sin dejar de sonreir. Volví a pesármelo. Miré al niño... y le di el globo al padre. El señor lo recogió con una mano, extendió la otra para que se la estrechara y dijo con cara seria -"gracias. Eres todo un hombre"-

Indago dentro de mí y me cuesta encontrar algo de esos primeros años. Ni te cuento sobre la escuela o de los fin de curso, pero guardo como un tesoro ese momento. Es curioso. Uno de los mejores recuerdos de la infancia es la primera vez que no me trataron como a un niño.

2 comentarios:

  1. Encontré este blog a través de Isabel Barceló y me pareció interesante. Quiero seguir visitándolo. Saludos.

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  2. Cuando sos chico lo que más anhelas es ser tratado como adulto, y después cuando llegan las responsabilidades decís "que cosa che, ojalá tuviese 17 de nuevo"

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